Si ya has escuchado el episodio 5 del Pógcar, sabrás que hemos alucinado todo lo que nos contó Mar Martínez. Mar es psicóloga e investigadora neurocientífica, y su pasión es acompañar a mujeres en su viaje de entendimiento personal; en resumen, titi, ella te da las herramientas para que entiendas lo que te pasa y puedas sanar.
En el pógcar, hablamos largo y tendido sobre el tema del síndrome de la impostora. ¿Te suena? Claro, todas nos hemos sentido alguna vez solas, con miedo, ansiedad o estrés al frente de nuestros chiringuitos rurales, ¿o no? Pero nunca lo habíamos asociado a “sentirnos impostoras”. Hasta que Mar nos sacó el tema en el pógcar, y hubo un cierto reconocimiento en la sala: “¡Anda que no me he sentido yo veces así!”
¿Qué significa el síndrome de la impostora?
Se llama síndrome de la impostora a esa sensación de que nunca lo hacemos del todo bien, o que todo el mundo lo hace mejor que nosotras, o que, si hemos triunfado, ha sido cuestión de suerte. ¿Te suena? Es un problema que, al final, se hace “bola”, y que nos limita tanto en lo personal como en lo profesional.
Al final, te sientes como una impostora en un mundo de expertos y expertas, porque piensas que lo que has conseguido no ha sido por tu propio trabajo, sino por suerte o alzar. Y no te das cuenta de que eres la REPERA, ni reconoces tus propios logros, porque no son tan grandes o impresionantes como los logros de los demás.
Vamos a poner un ejemplo con el que, a lo mejor, te sientes identificada. ¿Te acuerdas de esos fatídicos exámenes del instituto? Te pasabas día y noche estudiando para un examen muy importante. Solo parabas para comer. Llegaba el día del examen, y sentías que no ibas a aprobar, que no estabas lo suficientemente preparada, que podrías haber estudiado más, hacerlo mejor. Luego recibías tu examen corregido y te sorprendías: habías sacado la mejor nota de toda la clase.
Ahora imagínatelo en lo profesional. Al final, titi, con el síndrome de la impostora, nos formamos una imagen nuestra en la que siempre tenemos que trabajar más, lo que conseguimos no es suficiente… y no valoramos nuestro propio trabajo. Y, conforme vamos avanzando y consiguiendo metas, nos da miedo de que todo el mundo pueda “descubrir” que somos unas impostoras sin experiencia.
¿Te sientes identificada, titi? Pues sigue leyendo.
¿Cómo reconocer el síndrome de la impostora?
Si has leído hasta aquí y tienes dudas sobre si sufres el síndrome de la impostora, quizás te reconozcas en estas personalidades en las que se suele dar más a menudo este síndrome:
- Eres perfeccionista: cuando hablamos sobre expectativas altas y no estar nunca a la altura, ese perfeccionismo es un ejemplo del síndrome de la impostora. Por ejemplo, sentir que nunca conseguimos lo que nos proponemos (aunque sí que lo hagamos), o que siempre podríamos haberlo hecho mejor.
- Supermujer: sentir que siempre tenemos que trabajar más y más duro (hasta, a veces, poner en peligro la salud), para estar a la altura del resto, también es síndrome de la impostora.
- Cuestión de suerte: en estos casos, sentimos que nada de lo que hacemos, nuestros éxitos, no son fruto del esfuerzo y el trabajo. Ocurren por suerte, o simplemente, por casualidad.
- Individualista: sentimos que pedir ayuda a otras personas o profesionales es mostrar que somos incapaces de hacer tal o cual tarea. De nuevo, síndrome de la impostora.
¿Cuáles son las causas del síndrome de la impostora?
El síndrome de la impostora y sus causas están relacionadas, ni más ni menos, con la autoestima. Cuando andas baja de autoestima, no crees que tus propios esfuerzos merecen la pena. Y el éxito que consigues es (en tu mente), el resultado de tener suerte, y nada más.
Hay ciertos estudios que dicen que la causa del síndrome de la impostora se encuentra en el hecho de que las mujeres no tenemos suficientes referentes femeninos. Cuando no se destacan las capacidades de una mujer en lo profesional, o en la cultura general, puede parecernos a otras mujeres que su éxito ha sido obtenido “por suerte”.
Otras causas que se suelen mencionar en estudios son:
- Tener un familiar o persona cercana muy exigente durante la infancia. Un padre o una madre, un tío o tía, para quienes sacar las mejores notas de toda la clase no era suficiente.
- Ser autoexigente a tope. No solo las expectativas de otras personas generan dudas sobre nuestras propias habilidades. Nosotras mismas, cuando seamos muy exigentes, podemos ser las causas de nuestro síndrome de la impostora.
- No saber diferenciar entre éxito y fracaso. ¿De dónde vienen nuestras ideas de éxito? ¿O de fracaso? En muchos casos tenemos ideas de éxito que no son realistas, o que están basadas en recompensas.
¿Cómo trabajar el síndrome de la impostora?
Como el síndrome de impostora se muestra en comportamientos y pensamientos, muy a menudo es difícil de reconocer en nuestra propia forma de actuar.
Lo que parece normal puede ser lo que nos paraliza. Por eso también, trabajar el síndrome de la impostora es un trabajo de ir poquito a poco, paso a paso. Explorar cuáles son los pensamientos y comportamientos que nos afectan tanto es una cuestión de paciencia, y de salir poco a poco de nuestras zonas de confort. Al final, es todo una cuestión de autoestima y autoconfianza, y si sientes que esos pensamientos te limitan, puedes contar con la ayuda de una profesional, como Mar.
¿Te has sentido identificada, o te apetece compartir algo con nosotras? Déjanoslo en los comentarios, titi.